¡Hola, mundo!, espero ya estén listos sus altares para recibir mañana a sus seres queridos con mucho amor.
En este Halloween, Ni y su servidora, les vamos a hablar de leyendas mexicanas de terror, porque estoy muy segura que muchos de ustedes cuando estaban en la primaria contaban historias como que la escuela estaba construida sobre un panteón y que el diablo recorría los pasillos al caer la noche.
Por ello les quiero compartir una historia que me encantaba y recuerdo que tiempo después cuando tuve una intervención quirúrgica me daba miedo encontrar en los pasillos a tremendo personaje, ¿ya saben de quién habló?, les presento a Eulalia, mejor conocida como...
LA PLANCHADA
Hace mucho tiempo, existió en el Hospital Juárez de la Ciudad de México, una enfermera que se destacaba por su buena presencia, pues siempre tenía una apariencia pulcra y su uniforme bien planchado sin ninguna arruga, era muy amable y una excelente enfermera que siempre atendía a sus pacientes con diligencia.
Poco tiempo después, contrataron en el hospital al Dr. Joaquín un hombre muy apuesto, que dejó a todas las enfermeras enamoradas cuando se presentó, pero ese día Eulalia estaba haciendo sus labores y no pudo conocerlo. Conforme pasaba el tiempo, todos hablaban del Dr. y muchos empezaban a ver que en realidad era algo pretencioso y no era una buena persona, pero Eulalia seguía sin coincidir con él, pues siempre estaba atenta a sus pacientes y no había tenido que compartir algún caso con él.
Una noche llegó un persona a emergencias, había recibido una bala y el Dr. Joaquín mandó a llamar a la enfermera en turno que estuviera libre, se dice que cuando Eulalia entró a la sala, quedó enamorada de él y mientras lo ayudaba a atender al paciente, ella cometía errores y le temblaban las manos de lo nerviosa que estaba.
Ella empezó a obsesionarse con él, y durante meses trató de enamorarlo hasta que un día, el Dr. Joaquín aceptó ser su novio, pero no tardaron en empezar los rumores, pues muchos sabían que él seguía coqueteando con otras mujeres a su espalda y era obvio que realmente no la amaba. Pero eso no parecía importarle, ella estaba prendada a él y creía que era un hombre maravilloso.
Al cumplir un año de noviazgo, él le propuso matrimonio y ella aceptó enseguida, pues no creía que se haría realidad su sueño de pasar su vida al lado de su amor, sin embargo, Joaquín le dijo que debían de esperar, pues él tenía que ir a un seminario a otra ciudad y este duraría 15 días. Un día antes de irse, él le pidió que le planchara un traje y se despidió de ella con mucho amor.
Pasaron los días y después las semanas, ella no tenía noticias de él, no sabía si estaba bien o se había prolongado el tiempo del seminario y no tenía forma de contactarlo. Todos en el hospital veían a la pobre mujer con pena, pues no eran capaces de contarle la verdad que entre cuchicheos se decían entre los pasillos.
Durante todo este tiempo, un enfermero vivió enamorado de Eulalia, pero no había tenido el valor de declarar su amor, hasta que pudo estar seguro de que Joaquín no regresaría, ese día él la invitó a salir, pero ella lo rechazo ya que seguía comprometida y no podría engañar a su novio. El enfermero al sentirse humillado le dijo que no podía creer que nadie le dijera la verdad, que Joaquin se había casado y el traje que ella le había planchado era el que había usado en su boda, que ese seminario nunca existió y en realidad se había ido a su luna de miel con su nueva esposa y jamás regresaría al hospital, Eulalia, conmocionada bajó la cabeza y se fue. A la mañana siguiente comprobó que todo era cierto, terminando así con la esperanza de que fuera todo una mentira.
La pobre Eulalia se rompió por dentro y jamás pude ser la misma, comenzó a descuidar a sus pacientes hasta el punto de que algunos perdieron la vida por culpa de sus negligencias, se lo pasaron por alto muchas veces, pues pensaban que ella recapacitaría y volvería a ser esa enfermera diligente que había conocido. Poco tiempo después, ella contrajo tuberculosis y mientras moría se arrepintió de haber causado dolor a sus paciente.
Tras su muerte, en el hospital comenzaron a surgir testimonios de pacientes que decían los había atendido una enfermera con un uniforme diferente al que tenían en ese hospital, todos siempre decía lo mismo, el uniforme estaba bien planchado. No le prestaban mucha atención a estos pacientes pues siempre que la había visto estaban sedados o medio dormidos, así que pensaban que se trataba de una alucinación. Las historias empezaron a tener credibilidad cuando algunas enfermeras, por algún descuido habían olvidado de dar un medicamento importante y cuando llegaban a ponérselo a sus pacientes, estos tenían las dosis correctas y éstos les decían que una enfermera amable, con el uniforme bien planchado era la que les había suministrado los medicamentos.
Eulalia no pudo resarcir el daño que causó a la familia de los pacientes que murieron por su negligencia, pero desde su muerte, ella ha permanecido en los pasillos del hospital Juárez para dar la atención necesaria a todos los pacientes que la necesitan.