Foto tomada del blog Frida Make-Up
Eran las 2:30 de la mañana, desperté sobresaltada, sudaba frió. En mis sueños había aparecido de nuevo Alexander, solo que esta vez era diferente, como si tuviera su fría mirada sobre mí. Respire hondo, seguramente la noticia de su desaparición era lo que me tenía angustiada.
Aún recuerdo cuando al caminar juntos por la escuela, todas las chicas me miraban con odio y yo me pavoneaba tomada de su mano. ¡Que daría hoy porque eso jamás hubiese ocurrido! su forma de celarme y la manera de abrasarme, como si no quisiera que nada ni nadie se me acercara, fue lo que me orillo a terminar con él. Al principio lo tomó con calma pero al pasar el tiempo comenzaron a aparecer rosas cubiertas de pintura roja dentro de mi mochila; yo sabía de quien eran pero no tenía manera de demostrarlo.
-Que él lo haya hecho es muy perverso- Me decía Virginia, mi mejor amiga, y tal vez era cierto, a no ser porque en el fondo sabía que me seguía todas las tardes, podía escuchar sus pasos, pero al dirigir la vista hacia atrás, me encontraba con la calle completamente vacía y un escalofrío recorría mi espalda, entonces volvía a mi camino con mi silencioso vigilante cerca.
Decidí ir por agua y al cruzar la sala me di cuenta de que papá había olvidado cerrar la ventana que daba directo al jardín. Un aire helado se coló e hizo que me estremeciera, la cerré de inmediato y me dirigí a la cocina, apenas llevaba el vaso a mi boca cuando el sonido de pasos me hizo voltear.
Coloqué el vaso cerca de la tarja y camine hacia la sala, creí haber visto algo moverse y en ese momento, el sonido del teléfono me hizo gritar.
-bu...bueno. Conteste, era papá.
-Andrea, ¿te encuentras bien?... demoraremos en llegar, la neblina es muy espesa.
-está bien, no te preocupes. Por cierto, dejaste la ventana abierta.
-no, no lo creo, en todo el día tu madre no la abrió- mis manos comenzaron a sudar- Por favor ten mucho cuidado. Te veremos en la mañana.
Colgué y fui de nuevo a la cocina por el vaso con agua.
-hola Andy. El vaso de cristal resbaló de mi mano. Alexander ya no era el chico atractivo del que me enamoré, ahora tenía los ojos hundidos, rodeados por enormes ojeras, sus hermosos labios eran solo líneas grises y secas. Vestía completamente de negro.
-¿te gustaron mis regalos? -Masculló
-¿qué haces aquí?- Pregunte en un susurro. Él se abalanzó sobre mí, abrazo mi cuello y respiró en mi oído. Yo me quedé sin respirar.
-¡que no entiendes que te amo? no puedo permitir que vivas y mucho menos sin mi.- cerré mis ojos y gemí. Lo empujé contra el refrigerador y eche a correr al comedor, intenté gritar pero mi garganta estaba seca. Me tomó por el brazo y yo lo golpeé con el florero, su oído empezó a sangrar pero el solo me miró con odio. El agua que había caído del florero me hizo resbalar y caer junto a las flores.
- ¡que hermosa imagen! pero ni las flores superan tu belleza. - dijo y me sujetó por los cabellos.
Hubiese preferido que esa noche se tratara de un fantasma o cualquier otra cosa, lo que fuese, menos Alexander vuelto loco. También hubiese preferido que llevara un arma para acabar pronto con esa pesadilla, pero no fue así; un golpe en la cabeza hizo que me desvaneciera escuchando por última vez el maullido de mi gato.
Cuando desperté estaba de pie pero no podía ver más que mis ojos. Intenté reconocer el lugar en el que estaba pero me fue imposible. Era un lugar a media luz, como un ático, había una mampara negra semi cubierta por una tela de terciopelo color vino, los objetos propios de un estudio fotográfico me hicieron pensar que se trataba de uno, pero algo en mi interior me advirtió que no era un simple estudio, era algo mucho peor; nada, desde que conocí a Alexander era tan simple y para mi horror no estaba sola, frente a mí se encontraban otras chicas vestidas de novia; en un principio pensé que eran maniquíes, pero la poca distancia que me separaba de ellas, me permitió darme cuenta de su piel seca y sus ojos negros, algunas solo tenían hoyos oscuros, como si sus ojos se hubieran secado después de una larga agonía. Otras aun me miraban, sin luz en los ojos, con gran melancolía, como si hicieran un siniestro ritual de bienvenida y como si supieran de antemano mi destino.
Así, recordé haber visto tiempo atrás algunos animales disecados en la sala de Alexander, y como se molestaba si tan solo intentaba tocarlos. El terror se apoderó de mí, o mejor dicho de lo que quedaba vivo de mi cuerpo. De pronto Alex apareció en frente de mi con un vestido blanco.
- Me alegra ver a mi nueva novia despierta. -Dijo y sonrió frívolamente. Entonces comprendí todo y una última lágrima resbaló por mi disecada mejilla.
FIN
Escritora: Ni de Aqui llueven letras
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